El salario no puede seguir dependiendo de una sonrisa y monedas sueltas

La "Ley Propina" cambia la realidad laboral en México: garantizará salario base y derechos mínimos para quienes dependen de propinas. Descubre cómo impactará a millones de trabajadores.

Por Sofía González Torres



Todos hemos interactuado con alguna de las más de 1.7 millones de personas en México que viven del trato amable y de las propinas. Son trabajadores que, hasta ahora, han operado en una zona gris legal: jornadas completas sin salario base, sin contrato, sin prestaciones, y con el ingreso sujeto al estado de ánimo —y al cambio disponible— del cliente. Esta realidad está por cambiar.

Aprobada por unanimidad en la Cámara de Diputados, la llamada “Ley Propina” reforma la Ley Federal del Trabajo para garantizar que ningún trabajador o trabajadora que reciba propinas como parte de su actividad laboral quede excluido de un salario base y de los derechos mínimos estipulados por la ley. Es el caso de despachadores de gasolina, baristas, meseros, o “valets parking”.

En otras palabras, los patrones estarán obligados a pagar, al menos, el salario mínimo, y no podrán considerar las propinas como sustituto de este ingreso. Se trata de una reforma relevante, porque amplía prestaciones y derechos, impacta positivamente a millones de familias y que, por lo mismo, no puede ser ignorada o “ghosteada”

El alcance de esta reforma es mayor de lo que parece. No se trata solo de meseros y baristas: incluye también a personal de hoteles, fondas, bares, casas de asistencia, centros de entretenimiento y empresas deportivas. Sectores donde la precariedad se ha disfrazado de informalidad y donde abundan los testimonios de personas que pasan semanas sin recibir un solo peso del empleador, sobreviviendo solo con lo que les dejan los clientes —si es que algo les dejan.

Estas modificaciones legales también cierran la puerta a una práctica injusta, pero común: la apropiación patronal de las propinas. A partir de esta reforma, se establece que los patrones no podrán retener, controlar ni disponer del dinero generado por propinas, y que su reparto deberá ser equitativo, proporcional al tiempo y actividad de quienes las generan, y decidido por los propios trabajadores. Adicionalmente, se faculta a los inspectores del trabajo para vigilar este proceso y resolver conflictos, eliminando espacios de abuso e intervención indebida.

 

Otro cambio clave es la integración formal del concepto de propina a las cuentas de consumo, salvo excepciones como las gasolineras, sin que esto implique obligatoriedad para el cliente. Esto busca transparencia sin caer en imposiciones: la propina seguirá siendo voluntaria, pero visible.

Es cierto que en México la propina no es obligatoria, como lo ha reiterado Profeco. Sin embargo, cuando los trabajadores dependen exclusivamente de ella para subsistir, se genera un sistema desigual y frágil. Lo que esta reforma reconoce es algo esencial: la gratitud del cliente no puede seguir supliendo la obligación del patrón.

Se trata de una enmienda que no solo corrige una omisión estructural, sino que reivindica la dignidad laboral de millones de personas que nos atienden todos los días y que hasta ahora han sido invisibles ante la ley.

Dar cumplimiento a esta reforma no será solo una tarea legal: es un imperativo ético. Porque no es justo, ni sostenible, que quienes mantienen andando sectores enteros de la economía sigan trabajando “de a gratis”, esperando la voluntad del consumidor para llegar a fin de mes.